El término «perinatal» es introducido por Grof a la psicología, ya que en medicina la palabra perinatal se utiliza para designar los procesos biológicos que tienen lugar poco antes, durante y poco después del nacimiento. Acá es donde se registran las experiencias asociadas con los traumas del nacimiento. Experimentamos sensaciones físicas y emociones de gran intensidad, a veces superiores a lo que creíamos posible. Nos enfrentamos con emociones de nacimiento y muerte, coexistiendo con sensaciones de encierro que ponen en peligro la propia vida y una lucha por liberarnos y sobrevivir.
Los fenómenos perinatales se producen según cuatro modelos experimentales bien diferenciados entre sí denominados Matrices Perinatales Básicas (MPB) que forman los cimientos del proceso biográfico de la persona, a los que se unen los sistemas de Condensación de Experiencias, ya sean positivos o negativos:
Primera Matriz: «Universo Amniótico» Es de base biológica se da en la unión original de la madre con el feto durante el período intrauterino. Sus características se relacionan con las formas en que fue vivido este período: con sentimientos oceánicos, paradisíacos o con sensaciones de peligros latentes.
Segunda Matriz: «Inmersión Cósmica y Sin Salida» Se da con el inicio del parto biológico, en el momento de las contracciones pero antes de que baje la cabeza, con una situación de alerta, que puede vivirse como una creciente angustia. La combinación de las contracciones, el cuello cerrado y los cambios químicos desfavorables crean un entorno doloroso y amenazador del que el feto no puede escapar. Los acontecimientos que se graban en nuestra memoria y están estrechamente vinculados con esta matriz son situaciones desagradables en las que nos sentimos amenazados, en la que nos agobia una abrumadora fuerza destructiva y se destaca nuestro papel de víctimas indefensas.
Tercera Matriz: «Muerte y Lucha de Renacimiento» En esta matriz el cuello del útero ya está dilatado permitiendo la expulsión del feto. Si bien continúa la lucha por la supervivencia existe ahora una esperanza, de que la lucha llegará a su fin. Además de provocar grandes dolores físicos, angustia, agresión y una pujante energía esta matriz se caracteriza por estimular el deseo sexual ya que el sufrimiento extremo, especialmente si está vinculado con la asfixia, es una manifestación emocional que se asemeja a la excitación sexual. El recuerdo de esta experiencia sobrevive en nosotros como una sensación de confinamiento emocional y físico y la incapacidad de disfrutar plenamente de la vida.
Cuarta Matriz: «Muerte y resurrección» Se da con el nacimiento, que culmina con el corte del cordón umbilical. Es acá donde se vive el proceso de muerte y renacimiento, cuando el bebé muere a la vida uterina y renace a la vida extrauterina. Es la experiencia que se vive al separarnos del cuerpo de la madre. La angustia y el sufrimiento vividos de las matrices II y III culminan con la muerte del ego, una experiencia de total aniquilación en todos los niveles: físico, emocional, intelectual y espiritual. Lo que muere con el ego es aquella parte de nosotros que tiene una visión básicamente paranoica de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. En estas primeras situaciones el mundo parecía hostil porque nos expulsaba de la única vida que conocíamos causándonos dolor físico y emocional.
El ego que muere en esta matriz es identificado con la compulsión de ser siempre fuertes y controlar la situación. Nos hace sentir que las circunstancias nunca son las correctas y que nada es suficiente, y que debemos estar siempre preparados para enfrentar todos los peligros posibles, aunque no los podamos preveer y sean netamente imaginarios.
Se podría decir que cada persona está condicionada por una de las cuatro matrices, lo que conformaría su personalidad.